jueves, 22 de marzo de 2012

Excusatio non petita...

Querido Leech:
No se me ocurren mejores palabras para expresar lo que me está ocurriendo los últimos días con amigos, familiares y compañeros de trabajo. Rompen el hilo de las conversaciones habituales para exponer, sin venir a cuento y sin que nadie les haya preguntado ni pedido explicaciones, los motivos por los que no van a secundar la huelga general del próximo día 29. Sus excusas son variadas: "A mí la reforma laboral no me afecta" (se llaman necios); "No me siento representado por los sindicatos" (¿y por tu conciencia, y por tu pensamiento e ideas?); "Es una fecha muy mala, al día siguiente empiezan las vacaciones escolares" (¿solo existís los profesores en España?); "Económicamente no puedo permitírmelo" (mientras se toman un vino por el que les pedirán tres euros); "Estoy cansado de tanta movilización, necesito un respiro" (pobres luchadores extenuados); "En mi empresa nos lo han prohibido" (¿te creerás también los motivos de tu inminente despido?); "Hay que darle tiempo a la reforma a ver si tiene efectos positivos." (¿a qué estás dispuesto a llamar "efectos positivos"?). Todas confluyen, sin excepción, en la más absoluta idiotez y en el más lamentable de los egoísmos. Especialmente molestas han sido las excusas de quienes no hace mucho se han vestido su camiseta verde, han manifestado su orgullo y entusiasmo por haber contribuido con su esfuerzo y con su lucha a crear una "marea verde" que cambiaría la historia de Madrid y de España, han hinchado globos verdes, encendido velas verdes, firmado y corregido con bolígrafo verde, formado parte de filas indias, aulas lúdico festivas en las calles, bailado la conga en verde... Y ahora se parapetan en mil motivos para asistir a clase el día 29, repartir las notas, tomarse un canapé y cobrar la soldada del día, mientras imaginan nuevas acciones imaginativas que sigan contribuyendo a cambiar el mundo.
Pero lo que más sorprendido me tiene, querido Leech, es que en ningún momento les he pedido explicaciones a quienes me las han ido dando de manera tan detallada y pormenorizada. Me han ido soltando sus argumentos como el que recita un tema que se acaba de memorizar. Mi postura ha sido escucharles en silencio, sonreír levemente, y pensar en qué conflictos no tendrán sus pobres conciencias para verse obligados a dar tanta excusa no pedida, tanto argumento no solicitado. Y que seguirmeos vivos para ir viendo cómo todo sigue su desplome y sus excusas se convierten en proclamas.

Grice.

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