sábado, 11 de junio de 2011

Las cosas por su nombre.

Intentemos, querido Grice, hablar claro, sin tapujos, sin frenos, llamemos a las cosas por su nombre. Y es que las palabras dichas en libertad hieren, golpean y remueven la conciencia y desnudan ciertas ignoracias que se ocultan detrás de una montonera de vocablos propios del lenguaje salvajemente burocratizado, con el que se van defendiendo estos operarios del tópico y el disimulo. LLenan de hormigón algo tan sagrado como el lenguaje para sacralizar ideas y realidades que de sagrado no tienen nada.

Es sagrado un torrente salvaje de agua que rompe las entrañas de la roca; y no lo es esta familia real que sufrimos y padecemos en España, idea sustentada a golpe de palabras de hormigón y sin vida. El otro día, lo verías, querido Leech, el "príncipe" era preguntado por una joven mujer sobre si tendría los arrestos de convocar una consulta popular para poder comprobar si el pueblo desea la monarquía. Y se enfrentaban el lenguaje fresco, rico, libre de ataduras y tópicos vanos frente a ese lenguaje de hormigón, vacío, burocratizado y sin contenido. Ante las preguntas directas, sin rodeos, sin prejuicios, de la joven, el "príncipe" respondía con "constitución", "sistema", "mecanismos democráticos", "representastes del pueblo", etc. Cuando ya se vio atrapado y sin salida, por aquel mar de palabras (apenas tres frases y en un tono muy educado, nada hostil ni agresivo) que atormentaban a su pobre entendimiento, se defendió con el ataque al interlocutor, segundo vicio en este pobre país después del vaciado burocrático del lenguaje. Así le dijo a la joven: "Desde luego, ya has conseguido tu minuto de gloria", mientras era jaleado por estos chupópteros, lisonjeros y aduladores lameculos que suelen acompañar al "príncipe" o a cuantas "autoridades" pasen por sus feudos. "¿Ese es el único problema que tienes en la vida?", le decía uno de estos lameculos. Y la joven, educada en extremo, que posiblemente ha sido instruida en el respeto a las ideas de aquellos con los que habla y discute -"respetad a las personas, pero hablad de sus vicios"- intentaba, vana ilusión, continuar con la exposición de sus argumentos. Y no le dijo que el único problema que todos ahora mismo tenemos en nuestra vida es que nos hemos ido dejando engatusar tanto, que para sobrevivir y dormir bajo techo hemos de pagar el peaje de sostener a mamarrachos como él, analfabetos de solemnidad que han ido trepando gracias a diversas artes entre las que chupar y lamer ocupan un lugar detacado. "Quiero ser ciudadana y no súbdita" dijo la joven, y todas las alarmas se dispararon, era el lenguaje lleno de contenido el que hablaba, era una súbdita que, a pesar del sistema educativo, había perdido el miedo a la falsa sacralización de "príncipes y princesas", era alguien que no venía a vitorear y a dar vivas, que es a lo que esta recua está acostumbrada -perdón a las mulas-. Sagrado es el ser humano en libertad buscando cada día darle un sentido a su vida, sagrada ella también, la vida en libertad del ser humano. Les asustan las palabras, Grice, "república", "ciudadano", "decidir". Notorio y palpable fue el miedo, y el "muera la inteligencia" de este "príncipe" petulante, tonto al que las risas y palmaditas en la espalda llevan a pensar que tiene algún mérito su persona y lo que ella representa.

Unos días después, unos "tertulianos" en la radio reflexionaban sobre la concentración de personas a las puertas del llamado Parlamento. Los "tertulianos" estaban escandalizados por lo que creían un ataque a los cimientos de nuestro querido sistema democrático y nuestro cacareado estado de derecho. Argumentaban que no se puede permitir una crítica tan explícita a las bases de nuestra democracia, ellos, por supuesto a favor de todos los derechos y libertades, cómo no, simpatizantes del movimiento popular del 15M y de cualquier manifestación reivindicativa... Pero los límites deben estar claros, hay cosas que no se pueden cuestionar, una de ellas el Parlamento. Sagrada es la tierra que nos da sustento y soporta nuestros pesos, no las instituciones que fueron pensadas para estar al servicio de los ciudadanos y han devenido en instrumentos de su explotación y dominio. Estos mismos "pensadores pogresistas" han proclamado sus miedos a que el lenguaje se libere y llame "sinvergüenzas" a aquellos que roban y a aquellos que dan cobijo, asilo y protección a los que tales ilegalidades cometen. Ya en su día recordaron que las decisiones del Tribunal Constitucional no se pueden criticar de ninguna de las maneras, o que a un loco envanecido hasta lo grotesco como fue nuestro anterior presidente del gobierno hay que defenderlo de cualquier ataque verbal que pueda sufrir -y fue entonces el "rey" y no el "príncipe" el que perdió el sitio y las maneras y fue palmeado en la espalda por la región de lameculos que lo apoyan y animan-. Estos hipócritas tertulianos nombraban la palabra "antisistema" con miedo, como un peligro conjurado, alejado por fortuna de nuestras vidas, pero que amenaza con revivir apenas cuatro ciudadanos lo invoquen. "Antisistema", dicen, sin pensar que los que van contra el sistema son todos los políticos, los que han delinquido y los que han legitimado sus delitos con protección y promoción. Tanto robas, tanto vales. Antisitema son los que han votado a candidatos que son acreditados ladrones y que no acabarán en la cárcel porque, yo sí lo digo, la justicia no existe por culpa de sus ministros. Antisistema son estos "tertulianos" cobardes que no se atreven a usar el lenguaje para desacralizar tanto falso ídolo como han ido creando y que no hablan de la inutilidad de monarcas y príncipes, la inmoralidad y cobardía de jueces y políticos, la ignorancia declarada de masas que se dejan llevar por tópicos y prejuicios, la delincuencia explícita e impúdica de banqueros, financieros y comisarios de economía. Y un largo etcétera. ¿No son antisistema todos los que han llevado al poder a xenófobos y racistas en Cataluña? ¿No son antisistema los mismos candidatos -ya realidades ejerciendo sus cargos- que han proclamado a los cuatro vientos su desprecio al ser humano si no está cortado por el patrón que su racista visión del mundo ha ideado? Si no son todos ellos los antisistema, si los antisistema son los que están contra toda esta Corte de ladrones, mentirosos, criminales e ignorantes, esntonces, querido Grice, déjame que lo proclame: Soy un antisistema. Ahora que venga la policía con sus porras a desposeerme del lenguaje.

Es sagrada la pobreza que intenta levantarse, que cruza el mar, que sale a la calle y grita, que ocupa las plazas pidiendo únicamente una cosa: que por fin se acaben los privilegios y a cada uno le sea dado lo que le corresponde.

Leech.