sábado, 7 de febrero de 2009

Poesía.

Últimamente dedico mis mañanas a intentar explicar qué es la poesía, a diseccionar los poemas como si de una pobre rana se tratasen en medio de un laboratorio que tiene palabras en vez de bisturís; y las palabras no matan aunque sí es cierto que pueden cortar y hacer mucho daño como el bisturí. Digo, querido Grice, que me he pasado las mañanas de la última semana hablando del ritmo, la repetición, la medida, la pausa, la metáfora, la personificación... ya sabes, exponiendo técnicamente las partes de las que se compone un poema, la estructura a través de la cual se va desarrollando el tema del poema, el vocabulario que usa el poeta, agrupado en redes isotópicas... ¡Qué frío! No puedo evitar estremecerme cuando ya he acabado de soltar la perorata. Es necesario, no cabe duda, nunca me bajaré de esa burra: para aprender hay que llenar la cabeza de datos, nada cae del cielo sino la lluvia, la nieve, el pedrisco... Es necesario, pero cuando llega la tarde y me siento a escuchar a un hombre serio con corbata y maletín hablarme de "procedimientos administrativos", de "órganos colegiados" y "estructura vertebradora integradora", no puedo sustraerme a una reflexión que, esta sí caída del cielo, me lleva a la conclusión de que la poesía es más, es algo esencial que está oculto por muchos rincones y aparece de pronto, inesperadamente, basta con saber mirar para que te sorprenda, mirar el mundo con los ojos del niño que posa su mirada con la emoción del decubrimiento.

Además, estimado colega, vivimos en unos tiempos pintados tan de gris oscuro (no esperes hoy un Leech alegre y optimista) en los que solo se nos quiere enseñar a pelear contra los otros, ser más y mejor que ellos en una carrera loca hacia la amargura y la angina de pecho, que la poesía se impone como antídoto o medicina, obra redentora capaz de darnos consuelo y satisfacción. La poesía, pues, no solo es ritmo, no solo es lenguaje, también es vida entre los escombros que nos están dejando. Y ahora que hay que hacer un máster, 500 horas de prácticas sin remunerar en empresas, hablar tres idiomas y ser dominado por las máquinas sin desesperar, ahora, ahora más que nunca, poesía. Ahora que quieren que pensemos que hay que diseñar el proyecto que hemos de empezar cuando logremos alcanzar el final del que nos traemos entre manos, ahora que esto ocurre, poesía. Me decía hace poco un ser lleno de poesía que "somos proyectos de proyectos que no nos paramos a pensar que el verdadero proyecto es el amor". Y han conseguido que nos olvidemos de ello. Nos han apartado de la poesía.

Ya nos han hablado esos hombres de corbata y maletín de cómo debemos aspirar a la cima de la pirámide, cómo puede ennoblecer nuestra carrera profesional esa alta y noble aspiración. Para qué leer versos y amar a los demás y a las cosas que nos acompañan si podemos llegar a la dirección, aumentar los méritos, grapar más folios al currículum, amansar una gran fortuna que nunca tendremos tiempo de gastar. Para qué la poesía, piensan. Y nos miran mal si no asentimos, con extrañeza e incomprensión.

Nos produce mal humor el despertador cuando debería ser un motivo de inmenso júbilo poético despertar otra mañana sano y entero. Nos amarga la nieve porque cala y produce retrasos en vez de maravillarnos el melodioso caer de los copos y las toneladas de agua que nos van a dejar bajo tierra; ¿se acuerda alguien que "año de nieves año de bienes"? Nos irrita tener que esperar al autobús cuando es una oportunidad que el destino nos ha dado para poder abrir de nuevo el libro y empezar a leer o a escribir otro nuevo poema. Nos molestan tantas cosas que deberían ser un regalo. Y esto nos ocurre porque nos hemos olvidado de la poesía, de ese mirar las cosas desde dentro del alma y buscar su significado oculto, nuevo, personal y libre. Porque solo los que se sienten libres pueden conocer este milagro de que las palabras te vayan acompañando todo el tiempo y te susurren.

Y ahora que el frío persiste y el tiempo languidece entre jornadas de cháchara interminable, he empezado la lectura de un nuevo libro de poesía: El Mesto de Las Rosas. Es de un autor cordobés, Prudencio Salces, que algún día se ha dejado caer por nuestras conversacioines y ha pagado el café como un caballero con sus sabias intervenciones. Me preguntaba el otro día un chaval curioso que cómo respondería yo a la pregunta ¿qué es poesía? Se había leído el poema de Bécquer y se preguntaba en un afán muy poético cómo respondería él y cómo lo haría yo. Lo pienso y no sé muy bien lo que es poesía, pero la busco todos los días detrás de cada palabra leída y escuchada, hago como cuando era niño y levantaba las piedras en busca de esos gusanos que vivían ocultos en el reverso, atrapados, creía yo que a la espera de que alguien solidario les librase del peso de la piedra y les mostrase la luz del sol. Así los poemas viven entre las cosas ocultos y esperan que los corazones sensibles les liberen y saquen a la luz, aunque sea por un instante. No sé lo que es la poesía, pero sí sé que debemos seguir buscándola, como hace este poeta cordobés (igual que tantos otros) que está convirtiendo las esperas en los atascos bajo la nieve de los últimos días en algo tremendamente hermoso. Leí el viernes en una de sus páginas la petición que hace el poeta a los más jóvenes. Nos pide que no olvidemos un tiempo por el que pasó él y pasaron nuestros padres, un tiempo de prosa densa y dolorosa "aquí en España". Nos pide que guardemos la memoria. Y nos lo pide así: "No olvidadlo en la penumbra feliz de vuestros besos". Ya sé lo que le voy a responder el lunes al chaval curioso.

Gracias por los poemas Pruden y perdona la libertad que me he tomado de reproducir aquí tus buenas palabras.


Leech.

1 comentario:

Prudencio Salces dijo...

Gracias a ti, apreciado Leech, por tus hermosas y necesarias meditaciones bajo la nieve y esperando el autobús, es decir a ras del suelo. Y digo "necesarias" porque incluso los que hacemos poesía, o versos, de tarde en tarde, o como oficio de vivir (recordando a Pavese), en ocasiones nos rendimos ante las musarañas de la rutina. Pero piensa uno que algo tendrá el agua cuando la bendicen, por entender que algo de necesario para el entendimiento humano, reflexivo y pacífico, tendrá la poesía cuando sigue sin morirse tras la probabilidad de que Dios no existe como dejó científicamente demostrado el vicentenario Carlos Darwin.
Salud