miércoles, 8 de octubre de 2008

Nos arruinan.

El que lleva la cantina donde trabajo este año es ecuatoriano. Se levanta a las 6 de la mañana, coge su tren Cercanías en Villalba y a las 7:30 aproximadamente ya está en la cantina, para que cuando todos vayamos llegando a partir de las 8 no nos falten los churros, las porras, la bollería ni el café, todos esos pequeños amigos que nos hacen más llevadero el desconsuelo del madrugón y de la nueva jornada. Cuando yo llego sobre las 8:15 ya tiene en marcha cantidades industriales de patatas en enormes sartenes, para preparar las tortillas de la media jornada.También está pelando la verdura que al medio día servirá a los chavales que se queden a comer. Su mujer lleva a sus dos hijos al colegio y poco después de las nueve aparece por allí con la furgonetilla que compraron para traer género a la cantina. Es impresionante verlos despachar cientos de bocadillos a la hambrienta chavalada a la hora del recreo sin una sola mala cara, ni una contestación a destiempo, con una amabilidad exquisita y una sonrisa siempre en la boca.
Me gusta llegar el primero a la cantina y charlar con él hasta que el resto del personal va apareciendo. El lunes le comenté que le veía cansado, los párpados barriendo el suelo, la sonrisa de foto de carnet, sin la autenticidad con que la muestra normalmente. Está cansado, los sábados y los domingos trabaja en un restaurante de Villalba, así que para él la palabra descanso solo existe como palabra. Hay una hipoteca, dos niños, los cafés cuestan 70 céntimos y los bocadillos 80. En busca de un futuro para sus hijos -es consciente de que a él solo le esperan años de duro trabajo y letras puntuales del banco- se vino hace unos años de Ecuador, como tantos otros. Una travesía llena de sacrificios hacia la prosperidad, todo con una sonrisa y un "buenos días" auténtico, de los que le despejan a uno el alma.
"Desde luego", pensaba el otro día según iba al trabajo, "tienen razón los políticos de la derecha, esta gente nos lleva a la ruina". Y luego rematé mis pensamientos mientras bajaba hacia el metro rodeado de extranjeros con mono y tartera: "Hay que joderse con la derecha".

Leech.

2 comentarios:

Luis Quiñones Cervantes dijo...

Seguro que son estos y no aquellos de más allá, los que han utilizado el dinero de otros para arriesgarlo y perderlo en las bolsas neoyorquinas, para hundir bancos, para utilizar sus corbatas como aguijones financieros y para pedir ayuda a los estados, que una vez más, emplearán nuestro dinero en dárselo a los que han amasado fortunas, los que nos arruinarán. Así siempre: quien aspira a conseguir una vida mejor es quien nos roba (el trabajo, nuestros subsidios, las mujeres...) y no nos roba el trajeado miserable que en los grandes salones del poder, usurpa con comisiones y ahorros ajenos el resultado del trabajo de verdad.

Qué triste resulta escuchar y ver cosas como las que tú cuentas. Mientras otros, como siempre, culpan a los que menos tienen de lo que tienen y no a los que, parapetados en el propio sistema, engordan su riqueza con estas crisis.

Abrazos, lúcido Javier.

Grice y Leech. dijo...

Curioso galimatías, querido Luis: a aquellos que enriquecemos cada segundo ahora el Estado tiene que darles parte de nuestros impuestos para poder asegurar nuestros ahorros. O sea, que para salvar el dinero conseguido con nuestro esfuerzo ahora hay que donarles la parte de nuestro esfuerzo que se queda el estado. ¡Y agradecidos!
Una reflexión al hilo: al final, ha tenido que intervenir el estado, luego déjense los aguerrido aguirristas de vender la pamplina de que la privatización y la libertad absoluta de mercado solo trae beneficios y bonanzas.

Gracias, ,por tus comentarios.