martes, 11 de marzo de 2008

Feliz cumpleaños.

"hoy se está yendo sin parar un punto"

Tradicionalmete felicitamos a una persona cuando es su cumpleaños. Qué necios somos, pues celebramos que nuestros seres queridos, conocidos al menos, se acercan un poco más a la consumación, a su fecha señalada, a su acabamiento definitivo. Y así ocurre que felicitamos sin sentido a un individuo porque haya llegado un año más al cuadro del almanaque (hoy volví a escuchar esta palabra, aún no olvidada) que hace ya tiempo (cada vez más y más) le vio nacer y le dio la bienvenida. Pobres ignorantes, lo que deberíamos hacer es compadecerle y sentir lástima por su envejecimiento, su prematuro ir muriendo, ya expresó Quevedo este sentido y no habrá manera de hacerlo mejor ni más claro.

Hace unos días -tú lo sabes, querido Grice, nuestra amistad va siendo cuento largo- fue mi cumpleaños y realicé, uno tras otro, todos los ritos y usos sociales establecidos: me puse al teléfono (curiosa expresión, qué ambigüo el lenguaje) di las gracias a quienes de la fecha se acordaron, invité a café, sonreí ante las bromas que sobre la edad se hacían e incluso sostuve con dignidad y rostro firme algún "cumpleaños feliz" y tirón de orejas.

Qué absurdo todo, qué absurdo. Si ya he quemado unas cuantas naves que nunca podré volver a tripular. Si ya no me acuerdo de qué sentía cuando me daban los primeros besos. Si ya hay gente que se ha marchado, siempre sin despedirse, sin decir "adiós", siempre necesarios, inolvidables mientras no se nos prive del recuerdo, como a ellos ya se les ha privado. Si ya hay sueños destrozados y amores que se fueron y no volverán jamás, deseos incumplidos y renuncias asumidas. Si ya acumulamos muchas cuentas pendientes y deudas con nuestra conciencia y nuestro pasado, largo ya, inabarcable. Si todo pasa tan deprisa y se deshace según pasa, ¿por qué me felicitáis, insensatos?

Y todo irá avanzando y cambiando cada año, con cada cumpleaños feliz: mi padre anciano, mi espejo blanco y ajado, mi casa ya demasiado vista.Cada día estaremos más cerca del final de los que nos rodean, del nuestro también. Lo que creíamos y aún creemos largo, extenso, vasto, se irá volviendo corto, breve, vago, un suspiro, un ahogado suspiro condenado a no volver a ser notado jamás, expulsado para siempre.
Digan los locos que no es tan amargo crecer, que cada edad tiene sus ventajas, sus frutos, digan que todo se va aceptando y reciviendo sin trauma, que yo no les creeré. Crecer es nuestro castigo, la contradictoria condición del ser humano; vivir para ir muriendo, su siniestra maldición.

Leech.

4 comentarios:

Luis Quiñones Cervantes dijo...

Querido amigo:
Después de leer tu artículo de hoy, de ayer ya, he tirado de mi recetario, o sea, de la librería que tengo a mi lado y quiero, sin aportar nada más personal mío escribir lo que otro dijo, quizás uno de los fragmentos más bellos de nuestra literatura, a veces olvidado. No sirve para nada esto que te quiero decir, pero bueno, ahí va porque me lo has evocado:

"Aquella tarde de primavera o de otoño -qué primeravera otoñal, qué otoño abrileño-, cuando estábamos en la linde del campo y la ciudad, un cementerio al fondo, grande, inmenso, vertical, valle de muertos y cipreses, y el niño en la luz del domingo náufrago entre amapolas, trigos del suburbio, panojas, ponochas, escombros, gentes merendadoras y solitarias, un barrio grande y feo que terminaba allí, y el eslabón de la cicudad por el otro lado, hacia el Este, con su avanzada de cementerio, metido ya los muertos en el campo.
Cómo corrió el niño, cómo cantó, cómo jugó. Cómo le veía yo, sobre el fondo irreal y preciso del cementerio, en la fiesta pobre, buscando caminos entre los escombros, flores entre las piedras, piedras entre las flores. Un cielo morado que pronto se hizo nocturno, y el alivio vago que sentí al tomar al niño de la mano y volver con él a la ciudd, rescatándole de no sé qué lejanías de muertos y campos."

Anónimo dijo...

Buceo en mi memoria, en las lecturas que he hecho, y no localizo ese fragmento. En principio diría Los Girasoles Ciegos, pero sin ninguna convicción. Déjame que yo también reproduzca un fragmento, lo hago con la tranquilidad de saber que al autor no le importará:
" Pero es real, todo es real, aunque en su duermevela de viaje monótono, invitación de las primeras luces de la noche sobre el cielo plano, todo lo cubra una difusa nube de memoria entrecortada, León Cruz sabe que el ayer no se repite, que no vuelve nunca, a pesar de todo."
Un saludo, Leech.

Luis Quiñones Cervantes dijo...

No localizo yo ahora quién puede ser el autor de ese duermevela. Sin embargo, sin duda, no llega a la altura de una de nuestras más hermosas obras literarias. "Mortal y rosa", de Francisco Umbral. No es que tenga demasiado apego a este escritor, pero esta novelita poética es de lo mejor que he leído nunca.

Anónimo dijo...

Javier y Luis, Luis y Javier...
Feliz cumpleaños, porque siempre es peor MORIRSE.

Cumplir años no para acercarse a la muerte, sino para CELEBRAR LA VIDA.

Cumplir años para sentir que todavía se respira (gracias a Dios aún gratuitamente), que todavía se goza de los sentidos, que todavía se ama.

Cumplir años para agradecernos a nosotros mismos y al Universo que sigue haciéndonos partícipes de ese hecho extraordinario que es HABERNOS RECONOCIDO.

Y también cumplir años, para quejarse, para gritar, para exigir y para pedir, de vez en cuando, perdón, muchas veces perdón, por arrepentirnos de seguir vivos en los años y cumpliéndolos.

Vamos a abandonar ya historias viejas barrocas, poses románticas decadentes, bellas palabras cargadas de sentido sólo poético.

Sin duda, y a ver quién se atreve a decir otra cosa tras haberlo experimentado, PEOR ES MORIRSE.