domingo, 13 de diciembre de 2009

Lluvia.

¿Por qué no vienes a llenarlo todo con tu frescor y tu música? ¿Por qué no quieres ya saber nada de nosotros? ¿Hemos de volver a las canciones: "qué llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva..."? Hartos estamos del subjuntivo ya, vieja amiga, solo queremos que vengas a anestesiarnos con tu goteo, con tu caer, con tu alimento. Vuelve, lluvia, vuelve y cálanos hasta el alma, mecenos con tus milenarias palabras, para que de nuevo podamos escuchar nuestros pensamientos. Ven a empapar a los que todo lo ensucian y corrompen, a los que nos van limando la esperanza con sus arteras mañas, que escurriendo y maldiciendo se vayan ahogando en su propio veneno. Golpea los tejados de nuevo para que podamos oirte bajo la manta en medio de una fría noche de nuevo invernal, el trabajo aún en la lejanía del día que tardará en llegar. Trae contigo el olor de las eras de la infancia, del árbol y la tierra húmedos, regálanos, generosa, el placer de los días de lluvia de nuestra bendita infancia, tumbados sobre el calor de la gloria porque siempre causaste pasmo en nuestros adultos. ¿Recuerdas cuando nos escapábamos arriesgando la cara para jugar a piratas y a pescadores entre los enormes charcos que ibas creando para nosotros? Vengan después los claros, pero quede el placer de haberte visto de nuevo por unos días cantar sobre el empedrado, sobre las marquesinas de los autobuses, los cristales del aula, la baldosa del balcón de mi casa... "Que llueva, que llueva/ la Virgen de la Cueva/ los pajaritos cantan/ las nubes se levantan..."

Grice y Leech.

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