Querido Leech, ayer me preocupaste cuando te decías abandonado a tu suerte, robada tu ilusión por los que nunca tuvieron nada semejante. No fue fácil discernir entre semilla y broza para así llegar a la conclusión de que el mundo hoy te había jugado una mala pasada dialéctica, metafórica, no como aquella vez en que las llamadas a tu costa llegaron a Camerún, Madagascar y Burkina Faso. Eso por lo menos tuvo algo de poético (sobre todo para los que fuimos meros espectadores con la sonrisa puesta de soslayo).
Me gustaría hacer una breve reflexión circunvalando el mismo tema que abordamos en cada uno de nuestros comentarios: el sentido de la vida.
Esta vez acerca del Bien y del Mal. La batalla de la que se han alimentado los contadores de historias de todos los tiempos, desde los griegos (aunque su ética y la nuestra distan mucho) hasta las creaciones de Hollywood de toda la vida. Es, por lo tanto, un tema inherente al ser humano. ¿Hasta dónde vamos a llegar con el bien? ¿podremos conseguir lo que deseemos sólo con el bien? En este punto liamos toda la cultura occidental en una madeja, religión incluida (pues no sólo se aprovecha de la moral y la ética de nuestros ancestros, sino que las tergiversa a su antojo), y la tiramos por el váter.
Lo cierto es que a lo largo de la historia se han repetido episodios curiosos de luchas entre el bien y el mal que hoy vemos como enfrentamientos antagónicos. Obviamente, es muy recurrido pensar en la guerra civil española, con la Fuerza de la Oscuridad, el Imperio de las Tinieblas con los cinco jinetes del apocalipsis cabalgando a la cabeza (el Anticristo, la Guerra, la Enfermedad, la Pobreza y Franco), que derrocarían a la República, con lo que eso iba a conllevar: tiranía, imposición, represión de igual a igual... ¿en qué cabeza cabe? ¿cómo nadie hizo nada por evitarlo? ¿y cómo hoy no se hace nada por evitar episodios similares en otros puntos del globo?
Otro ejemplo sería el surgimiento de los fascismos, por xenófobos y racistas principalmente, pues van contra la razón y la ética. Sería la imposición de un nuevo modo de vida. No la supremacía del virtuoso, sino la del fuerte o, mejor dicho, la del MALO. Supremacía del hombre al que no le tiembla el pulso al apretar el gatillo contra su hermano. No todo el mundo puede hacer tal cosa. La mayoría somos seres compasivos, como decía Pío Baroja, nuestro mejor autor de narrativa moderna, y por ello estamos destinados a sufrir la tiranía de los que no conocen tal sentimiento y disponen a su gusto de las cosas que les rodean, sin pensar en daños colaterales.
Más ejemplos de nuestra historia se me vienen a la cabeza, como el de los Comuneros, que se levantaron para defender lo que creían justo. Hoy pensamos que defendían sus valores, familias, trabajos, tierras, etc. aunque también es cierto que Garcilaso sirvió en el ejército Imperial y eso, por lo menos para mí, es indicio de que en aquel bando no carecían en absoluto de virtudes... Relativo es todo, amigo Leech, y ¡tan relativo! Por ejemplo, cómo juzgar desde nuestra perspectiva moderna, occidental, hispánica, castellana... los hechos del descubrimiento de América. ¿Acaso los malos eran ellos? Descartando esta posibilidad (pues por muchos sacrificios al sol que hicieran, en este tema sí que la ética occidental no pinta nada), únicamente nos queda la excusa de revestir la ambición por tiranizar un continente como afán por conocer, ignorancia sobre las gentes que se iba a encontrar, el indudable hecho de que las costumbres pertenecen a otros tiempos... En definitiva, nos volvemos a encontrar con lo relativo de los hechos, y esto es algo que deberíamos evitar si queremos llegar a algún punto de claridad sobre el tema elegido hoy.
El bien siempre será el bien, y el mal será la carencia de éste. Creo que la enfermedad mental llega a producir una negación de los hechos, al igual que la incultura. Es más fácil ser malo que bueno, de eso no hay duda. Es más fácil vivir sin normas que atenerse a ellas. Más fácil matar y robar (sin cargo de conciencia) que trabajar para conseguir una centésima parte en el mismo tiempo.
Por lo tanto, los que hemos nacido compasivos debemos ser conocedores de nuestras debilidades y no caer en el error de vernos inferiores o creer que nunca venceremos a un tramposo en una carrera. Debemos afrontarlo de otra manera, ir por la línea recta y que no nos tiemble la mano a la hora de hacer callar de una sonora bofetada al que se lo merezca. Me llamarás loco pero, conociendo las consecuencias y presentando el ejemplo como lo fue el precedente, si nos volvieran a llamar a las armas, yo no dudaría en ser el primero en disparar; y dispararía al Obispo, a cualquiera de los Zaplanas que trístemente campan por las ondas de la actualidad, al que siempre cree tener la razón, al que hiere con la palabra y con la fuerza, a los que miran por encima del hombro porque llevan un coche caro y ropa de marca, al que hace trampas y se cuela en la sala de espera de un hospital, al que juega con el futuro de la gente por pereza, hastío vital o desinterés, al que rompe los diálogos porque cree tener la razón, al que prejuzga, y sobre todo al que vuelve la cara para no ver esto.
¡Compañeros compasivos del mundo, unámonos o estaremos perdidos!
¡Viva la República! ¡Justicia o muerte!
3 comentarios:
La bíblica ira de los mansos... Caray. Bueno, suscribiría casi al cien por cien las palabras que leo con interés y gusto a partes iguales. Casi al cien por cien, porque ni una sola arma lleverán mis huellas dactilares. Jamás he tocado una, y desde luego, creo que jamás lo haría. Trayendo a colación a nuestro genial Baroja, creo que él tampoco lo hubiera hecho. A él le bastaba con esa fina observación del mundo, tan fina y tan aguda como una navaja. Y a veces la palabra afilada es más combativa que los puñales.
Así de simple. Un abrazo, amigo(s)
Gracias por pagarte una y sentarte un rato a hablar. Con cada entrada de tu autobiografía por escribir creas el desasosiego de esperar con impaciencia la siguiente aparición, como las buenas novelas que te atrapan y no te abandonan nunca. Te escribe Leech, uno de los participantes de esta conversación (pues realmente somos dos, cada uno con sus pensamientos, su mirada, su voz) para darte las gracias por tus respuestas. Mantengamos el seudónimo, pero ya te diré quién soy, estimado Luis.
Amigo Luis, gracias por tu interés y por tu merecido toque de atención a la encendida arenga en favor de las armas que he hecho, digna del mismísimo Charlton Heston. Sabes que de boquilla se habla fácil y con suerte nunca nos veremos forzados a ello, pero la rabia que a veces se siente al volver la cabeza y palpar nuestro terrible y absurdo pasado es tan grande que impulsa a la locura. No a cometer el mismo error, eso no. Siempre la palabra y luego la palabra, pero sin dejarse morder por el MALO.
Y todo por hablar del bien y el mal... ¿desterraremos algún día la política de cada cosa que hacemos?
Un saludo, Leech, que sé que me escuchas, y otro para tí, Luis. Bienvenido.
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