Muchas veces tenemos que enfrentarnos en nuestras vidas a situaciones en las que se nos impone elegir una opción de dos posibles. Eliges un camino y supone irremediablemente abandonar para siempre el otro. Cómo pudo haber sido nuestra vida de haber escogido la otra opción, hubiésemos sido mucho más felices o quizás más desgraciados, quién sabe, ya para siempre se queda todo lo no vivido en el terreno de la imaginación y la entelequia. Nos quita el sueño la decisión que hemos de tomar forzosamente e intentamos anticipar las dos posibilidades, construir los dos mundos posibles que se nos ofrecen, en noches largas de lámparas que no paran de encenderse y de apagarse, de paseos ansiosos al sagrado altar de la nevera. Es todo inevitable, la duda, el vértigo, el miedo incluso, pero ha de acabar: cumplido el plazo deberemos tomar la decisión, mirar al frente y siguir viviendo cada día sin pensar en la opción descartada, hayamos o no acertado. Alguna noche traicionera nos desvelará con el pensamiento de lo que pudo ser y no fue, pero vivir es ir tomando decisiones que traen consigo la cara dulce del éxito y el amargo revés del error y el fracaso. Todo nos haga más libres y plenos.
A María y Pato, para que duerman tranquilos.
Leech.
jueves, 15 de julio de 2010
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